Señal que cabalgamos
Una indígena wayúu en el exilio, Karmen Ramírez Boscán, representará en el Congreso a la colombianidad en el exterior; la tercera precandidata a la presidencia más votada en la consulta del 13 de marzo, es una mujer negra, pobre y lideresa social, Francia Márquez; la consulta más votada fue la de un exmilitante de una organización guerrillera, Gustavo Petro; un ex comandante de las FARC-EP y presidente del partido Comunes, Timoleón Jiménez es recibido por cuerpo diplomático con honores en Ginebra, mientras Duque fue abucheado en el parlamento europeo.
¿Qué pasa en Colombia?; ¿Cómo es que se le coló a la gente de bien, esa gentuza, “tierrúa”, “igualada”, “vándala”, “terrorista” y “marginal”?; ¿Cómo es que después de 200 años de mantener el poder en las manos de unas pocas familias, aparecen esas hordas de descamisados que junto a Bolívar pelearon, disputando el poder político bajo las consignas de paz, igualdad, soberanía y bienestar?; ¿Cómo es que una “india” y una “negra”, no están limpiando la Casa Nariño, sino esperando ocuparla con un cargo en el congreso y aspirando a la vicepresidencia nacional?
No son hechos menores, sino verdaderas evidencias de que en Colombia las cosas van cambiando en favor de la verdadera democracia y de la inclusión social. Desde que las fuerzas de izquierda le apostaron el todo por el todo a la paz y a la unidad, el país pobre ha comenzado a comprender un poco más sus problemas y va deslindándose paulatinamente de los valores hegemónicos de un régimen elitista, machista y racista, recuperando paulatinamente la autoestima personal y nacional.
Las protestas del año pasado que están por cumplir un año de iniciadas el 28 de abril, fueron reflejando en las consignas y manifestaciones artísticas que los y las de debajo, desde los márgenes de las grandes urbes se van sacudiendo del sentido común impuesto por los patrones: eso de que “unos nacieron para mandar y otros para obedecer”, viene siendo reemplazado por “sólo el pueblo salva al pueblo”, “es el tiempo de los y las nadie”, “hasta que la dignidad se haga costumbre”.
La represión desmedida del gobierno en los barrios populares donde se desarrolló el paro, y el reemplazo en la narrativa gubernamental de la palabra “terrorista” designada a los y las insurgentes, por la palabra “vándalo” para señalar a la gente joven que protestó, puso en evidencia el trasfondo ideológico de una guerra de más de 50 años: el enemigo interno como el pobre que se rebela y propone. Hoy hay presos centenares de jóvenes que encabezaron esas manifestaciones.
En el esfuerzo nacional e internacional por la implementación del Acuerdo de Paz se han generado amplios consensos no sólo de la izquierda, sino de diversidad de expresiones políticas y sociales que buscan la superación de las causas que generaron el conflicto y aspiran a la instauración mínimo de un Estado social de derecho. La audacia de Petro, luego de una trayectoria importante de lucha y denuncia, ha consistido en colocar el Acuerdo en el centro y desde allí convocar a una amplia convergencia.
Tal vez falte mucho trecho por recorrer para sacudir plenamente las conciencias de las cadenas, pero a la par de 200 años de hegemonía de una aristocracia, corrupta, asesina, cascarera y premoderna, formidables luchas se han librado desde las catacumbas de las pobrerías para transformar el estado de cosas; se va recogiendo esa cosecha. Es imperativo que la unidad se fortalezca y se forje en este tiempo nuevo que se avizora, una nueva forma de hacer política donde en lo ético y lo material se devuelva al pueblo lo que se robó el César.
Tomado de: http://ciudadccs.info/2022/03/29/sentido-comun-colombia-en-revolucion/